Los últimos acontecimientos, unidos a la actitud kamikaze del gobierno español, más preocupado en reprimir que en dialogar, hacen presagiar el mayor periodo de crispación y conflictividad que se recuerda en nuestro país desde hace décadas. La prepotente forma de gobernar puesta en práctica por un Partido Popular liderado por la derecha más extrema y reaccionaria está alimentando la que se espera sea una contundente reacción de la ciudadanía en las calles. Una respuesta que ha empezado a fraguarse y que puede culminar dentro de algunas semanas con un estallido de consecuencias imprevisibles.
A pesar del éxito de las manifestaciones organizadas por los sindicatos contra la reforma laboral, buena parte de nuestra sociedad no es consciente aún de la magnitud de los recortes aplicados por Mariano y sus secuaces. Los efectos de las reformas puestas en marcha por el ejecutivo popular apenas han sido percibidos por muchos ciudadanos. Y, a pesar del indiscutible éxito de las manifestaciones convocadas por las fuerzas sindicales, hay una mayoría social que permanece dormida, ajena a la crudeza de la situación.
Existe un importante número de ciudadanos que se resiste a enfrentarse a la realidad. Es un éxito atribuible al sistema y su capacidad de aborregamiento el hastío, la desgana, la apatía y la resignación con la que se expresan muchos españoles. Viendo su actitud pareciera que no tuviéramos ninguna posibilidad de cambiar las cosas, que no hubiera nada que hacer en el escenario en el que, en breve, nos situaremos. Todos intuyen los tiempos de dificultad que nos aguardan. Pero la mayoría no es aún lo suficientemente conscientes de la gravedad de la situación como para salir a las calles a luchar por sus derechos.
La privatización de empresas públicas apenas ha comenzado y la ciudadanía todavía no ha llegado a sentir sus efectos, la subida de impuestos sólo será perceptible a partir de hoy y la recién aprobada reforma laboral ha empezado a cobrarse víctimas muy recientemente. Es cierto que se ha hablado y se ha escrito mucho sobre todas estas reformas. Sin embargo, no todo el mundo acostumbra a informarse de según qué noticias, el hastío antes reseñado se traduce con frecuencia en una notable alta de interés de la ciudadanía en la crónica política, lo que ralentiza el contagio de una indignación que, sin embargo, empieza a ser palpable.
Claro que la realidad terminará alcanzando a la totalidad de los españoles. Y eso no tardará mucho en ocurrir. La convocatoria de una huelga general, presumiblemente, a finales de marzo o primeros de abril vendrá acompañada de los estragos que ya por entonces habrá causado la reforma del mercado laboral. Además, la capacidad adquisitiva de los españoles habrá descendido como consecuencia de la subida de impuestos y la bajada, en muchos casos, de los salarios. Los efectos de los recortes en nuestros servicios públicos habrán herido de muerte a nuestro, ya maltrecho, estado del bienestar. Y, por si fuera poco, en esas fechas conoceremos los presupuestos de este año, con nuevas sorpresas como la presumible subida del IVA, que acelerará el empobrecimiento de las capas populares.
Será entonces cuando estalle la indignación de forma generalizada. Y coincidirá con el resurgir del 15-M, que tiene prevista su “resurrección” para el próximo 12 de Mayo. La reacción no será promovida por los sindicatos, ni por ningún partido político, ni por estudiantes, ni siquiera por el 15-M. Ellos sólo prepararán el terreno hacia una protesta que será fresca, espontánea, imprevisible… Una reacción que atenderá a conceptos como la decepción, la impotencia y la rabia y que tendrá como principal responsable al Partido Popular y su prepotente forma de hacer política, de espaldas al pueblo.
Si hoy, cuando aún no son palpables las consecuencias de los recortes, somos cientos de miles los que salimos a la calle, cuando empiecen a sentirse las sacudidas del tsunami al que nos empuja la derecha seremos millones. Comprobarán, entonces, los de la gaviota que cuando daban por hecha la convocatoria de una huelga general cometían un grave error de cálculo, pues esa huelga, lejos de ser una protesta final, será sólo el comienzo de una “tormenta perfecta” cuyas consecuencias son, a día de hoy, inimaginables.
Raúl Ruiz-Berdejo
FUENTE: http://cronicadisidente.wordpress.com/2012/03/01/el-gobierno-alimenta-con-recortes-una-tormenta-perfecta/
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